la casa estaba llena de tazas,
platos, floreros y teteras
del suelo al techo
ella los cuidaba, más bien
luchaba contra la impertinencia
del polvo y la cojera
de los estantes
ningún café había sido tomado en ninguna taza
los platos eran vírgenes de almuerzos
ningún florero vio morir ninguna flor en su panza,
por eso estaban enfermos
ella los curaba, más bien
reparaba las pequeñas fisuras
que provocan las lágrimas
al contacto con la porcelana
cuando alguno, harto,
se deshacía en silencio,
ella juntaba los pedazos
y, atea, los bendecía como podía
entonces se preguntó
si no tendría que hacer un cálculo matemático
para dar el empujón justo al primer estante
y que todo se convierta
en una nube blanca
de polvo
sobre el suelo
eso se preguntaba
cuando llegó la solución de la primavera
afuera el frío congelaba la vereda
adentro, la primavera llenó de tés, claveles,
canelones y café con leche las tazas,
platos, teteras y floreros
ella no entendió
alguien tocó a la puerta
m.p.