Me encontrarás escondida
en la esquina de una piedra
o en una carta.
Allí estaré de pie
en el lóbulo de tus orejas,
dentada y buena,
amansada por los vientos de mayo
y temblando por la metamorfosis.
Entonces verás en tu manos
el rostro de una estrella
y la forma de una caricia
que nunca llegó a tu pelo.
Desbordante orilla la de mi playa.
Austeras mis ropas que van sin rima.
Sereno el canto de mis pasos.
Así me llevarán los alisios
en esta barca entintada
de noches violetas.
m.p.